25 oct 2013

Menospreciar a los huelguistas, una estrategia política al alza.

Es asombroso ver como cuando alguien es capaz de reunir la unanimidad en su contra, cuando ese alguien es capaz de promulgar leyes y decretos que rechaza toda la comunidad educativa (gente cualificada y que entiende del tema) y tiene la desfachatez de rebatir con argumentos antediluvianos cada una de las críticas de el colectivo que trabaja en la educación ha realizado contra su propuesta de reforma, entonces se pasa al plan B, el plan de la derrota asumida pero no manifestada.


Este plan es sencillo y directo, y consiste en descalificar constantemente a las personas que han participado en la huelga tildándolos de "acomodados" y de que la convocatoria ha sido un auténtico fracaso.
Para estos menesteres, el Ministro no se mancha las manos, ha preferido delegar el trabajo sucio y que mancha la imagen en la secretaria de Estatado de Educación, Monserrat Gormendio, que lleva desde la mañana de ayer con constantes menosprecios al trabajo y a la lucha por los derechos de muchas personas que sacrificaron ayer un día de su sueldo y de su trabajo para luchar una educación como nos merecemos. Un educación que este Gobierno ha maltratado y esquilmado con total impunidad sin ningún tipo de remordimiento, con una propuesta de reforma de la Ley Orgánica para la mejora de la Educación (LOMCE) que saca las tijeras no sólo en el plano económico, dejando a miles de profesores sin puesto de trabajo -y recortando en becas, comedores, transportes y tasas universitarias- sino en la igualdad de oportunidades, oportunidades para formarse de cara al futuro.
Esta estrategia de menosprecio e intento de división es constante y repetida en cada una de las huelgas que este Gobierno ha sufrido en contra de su pésima gestión, y como en una constante en todas y cada una de ellas, me pregunto quien habrá detrás de estas decisiones, ¿seguirán los consejos de alguien de "fuera"? ¿EL Banco Central Europeo? ¿La señora Merkel?
Independientemente de quien mande recomendaciones a este Gobierno está claro que la responsabilidad final recae en ellos, y especialmente en este caso en el señor Ministro Wert y secundarios. Sobre ellos caerá el peso de la responsabilidad de haber dejado a este país con un sistema educativo digno de cualquier novela picaresca con tintes ideológicos moralizantes y pesimistas.

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